Adriana Hoyos
El amor encuentra el lugar del equilibrio: es lo más humano, pero también lo más divino. El adversativo paradójicamente une la vida vivida del yo empírico y la experiencia poética del yo poético; transmuta el ardor masculino de la torre, reconcilia la paz de la mente con el verano del cuerpo, que como el dios Pan conoce los placeres y los tormentos del amor. “Volvamos al amor”